Puebla

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Puebla, hasta en su mole barroco

El estado de Puebla es precioso. Al alba el sol asoma sus brillantes rayos sobre la corona de hielo del Citlaltépetl, y arranca destellos de los glaciares que rasgan las nubes. De ellos nacen manantiales de agua fría y cristalina, y dan de beber a los pinos, ocotes, encinos y oyameles que crecen en los bosques, cubriendo las faldas del volcán.

Un poco más al norte la vegetación de la sierra cambia, y la selva nublada viste los cerros. Jilgueros y clarines cantan desde las ramas de liquidámbares, escondidos entre sus hojas fragantes con forma de estrella, llenando el aire húmedo de trinos que se mezclan con el murmullo de las cascadas.

En el valle al que nuestros ancestros llamaban Cuetlaxcoapan, que en náhuatl significa lugar donde las serpientes mudan de piel, pastizales y sembradíos cubren la tierra fértil que rodea las ciudades, y decoran el paisaje con el verde de las hierbas y el dorado del maíz. Al oeste, el Popocatépetl invade el panorama con sus picos nevados y su cresta de humo.

Cerros y cañadas interrumpen el paisaje, por donde fluyen los ríos que bajan desde la Sierra Nevada y riegan las tierras de pueblos antiguos, llenos de historias. En sus cocinas, sabores mestizos salen de las ollas de barro cocido para ir a las mesas en forma de platillos deliciosos que seducen a locales y turistas.

Déjanos guiarte por la rica tierra que heredamos de los grandes reinos del pasado, comparte Puebla con nosotros.

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